La condena a Johnson & Johnson por casos de cáncer ligado a sus talcos

Agencias

Un tribunal de Missouri (Estados Unidos) ha condenado a la multinacional Johnson y Johnson (J&J) a pagar 4.690 millones de dólares a 22 mujeres que contrajeron cáncer, supuestamente, por haber usado un talco íntimo que contenía asbesto.

La empresa, que ya ha anunciado que va a estudiar el fallo, se enfrenta a unos 9.000 demandas legales relacionadas con el uso de este producto para bebés y es la mayor sanción que ha recibido hasta este momento la farmacéutica por este asunto.

El veredicto es el último resultado de una serie de miles de demandas presentadas contra Johnson & Johnson por el asunto del talco. Según el abogado de las víctimas, Mark Lanier, el jurado, compuesto por seis hombres y seis mujeres en Saint Louis, emitió su fallo a favor de las demandantes tras un juicio que ha durado seis semanas y ocho horas de discusiones. La indemnización se divide en 550 millones de dólares en daños compensatorios y otros 4.140 en otros pagos.

Las demandantes, seis de las cuales ya fallecieron, acusaron al fabricante de productos de cuidado personal y para bebés de haber contribuido al desarrollo de su cáncer de ovarios con sus polvos de talco con amianto desde los años 1970. La empresa sostiene que sus productos de talco no contienen amianto ni son causantes de cáncer.

El fallo de Missouri se convirtió en uno más en los que J&J ha sido declarado culpable por la misma razón y por la que hacen fila centenares de demandas.

Sobre la premisa de que «el talco para bebés de Johnson y Johnson es seguro, porque nos basamos en la ciencia», un portavoz de J&J le dijo a la agencia AFP, hace unos meses, que están dispuestos a apelar estas sentencias.

EL TIEMPO, en meses pasados, publicó un extenso reportaje acerca el debate sobre los riesgos potenciales que un producto tan popular como el talco para niños representa para la salud femenina en el que no han faltado voces de expertos con argumentos sólidos a favor y en contra.

En esta polémica se recuerda el caso de cáncer en los ovarios de la paciente Gloria Ristesund, que un jurado de San Luis (EE. UU.) relacionó el año pasado con el uso prolongado de estos polvos en su higiene íntima; el mismo caso se convirtió en una de las derrotas judiciales más sonadas de Johnson & Johnson (J&J) y que, en esta oportunidad, sirve para retomar el debate en torno a sus potenciales efectos al tenor de la evidencia científica.

Ristesund, diagnosticada con el tumor en el 2011, fue indemnizada con 55 millones de dólares, condena que se sumó entonces a la impuesta a la multinacional por la muerte de Jackie Fox, en Alabama, por el mismo cáncer ovárico, “contraído tras utilizar talcos para bebés para higiene femenina durante décadas”, según el fallo.

Estas sentencias, que han sido rebatidas por J&J amparándose, según sus directivas, en “30 años de estudios médicos que han demostrado la seguridad del talco cosmético”, reviven el debate en torno a la capacidad cancerígena de estos productos, latente desde los años 70.

Al parecer, los abogados de algunas pacientes han usado como prueba un documento interno de J&J de 1997 en el que un consultor médico aseguraba que negar los riesgos entre el uso del talco y el cáncer de ovario sería como negar el vínculo entre el tabaco y el cáncer de pulmón.

Sin embargo, la empresa ha adjuntado en su defensa las investigaciones de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés), que garantizan la seguridad de dichos productos y del Instituto Nacional de Cáncer de ese país, que no ha sido concluyente en definir la relación entre el uso de los mismos y el cáncer. Las sentencias han generado inquietudes dado el uso masivo de talcos y polvos cosméticos en el mundo.

El origen del talco

Para empezar, hay que decir que estos polvos se obtienen a partir del talco, un mineral de escasa dureza que tiene como ingrediente principal el silicato de magnesio, y que para uso cosmético puede ser combinado con caolín y óxido de zinc. También se sabe que desde 1970 se reglamentó la eliminación del asbesto y otros componentes.

Durante los años 60 y 70 se generalizó el uso de polvos para controlar el sudor y como complemento de la higiene íntima femenina. En 1971, cirujanos británicos publicaron un artículo con el hallazgo de partículas de talco en varios cánceres de ovarios.

En 1981, Daniel W. Cramer, del Instituto de Cáncer de la Universidad de Harvard, publicó un artículo en la revista ‘Cáncer’ que relacionó de manera significativa el riesgo de cáncer de ovario con el uso de los polvos. Siete años después, otra investigación encabezada por Patricia Hartge no encontró ninguna asociación entre estos.

A pesar de las contradicciones, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (Iarc) clasificó el talco como una sustancia “posiblemente” cancerígena, condición que impulsó la investigación sobre el tema.

Por su parte, la página de la Sociedad Americana de Cáncer dice que los resultados de los estudios “han sido mixtos, con unos que informan de un riesgo ligeramente mayor y otros que no muestran aumento. Dos estudios prospectivos no han encontrado un mayor riesgo. La investigación continúa”.

Los estudios a los que se refiere la Sociedad Americana de Cáncer fueron publicados en el ‘Journal of The National Cáncer Institute’ (JNCI) en el 2000 y el 2014, respectivamente. Pero en el 2015, Cramer y su equipo devolvieron el péndulo con un artículo en ‘Epidemiology’, en el que recogen 16 años de estudios y cuantifica por primera vez el riesgo.

“El talco que se usa regularmente en el área genital se asoció con un aumento del 33 por ciento en el riesgo de cáncer de ovario en general, mientras que no hay riesgo asociado con el uso de talco en áreas no genitales”, dice el estudio.

Los detractores de Cramer reiteran que la mayoría de esos estudios analizados por él se basan en evidencias de casos susceptibles de sesgos. Sesgos que el investigador de Harvard trata de desvirtuar en su último informe.