Las aventuras y desventuras de los autores salvadoreños

En El Salvador hay muchos autores y compositores artísticos que día a día luchan para poder vivir exclusivamente del fruto de su trabajo creativo. Sin embargo, para poder lograr estas aspiraciones los autores salvadoreños debemos competir en un entorno altamente influenciado y casi dominado por la producción extranjera.

En esta ocasión quiero hablar acerca de los retos a los que nos enfrentamos los autores salvadoreños, que significan desventajas para la producción artística nacional y que influyen en el lento desarrollo del sector de cara a un entorno globalizado, y ante un público que muchas veces prefiere consumir lo que viene de afuera.

Los autores salvadoreños luchamos para dar vida a nuestras obras artísticas, con las desventajas de una realidad que dificulta el acceso a tres procesos que son básicos para el desarrollo de cualquier industria o sector productivo como son la educación, los medios de producción y las plataformas de divulgación. Es en la situación nacional de estos tres procesos que me quiero centrar, de una forma muy breve, desde mi experiencia como gestor cultural y como cantautor. Como repito, la exposición de cada punto será breve, aunque en realidad para cada aspecto hay mucha tela que cortar.

Para empezar, hablemos de los retos en cuanto al acceso a la formación en las artes.  La realidad es que los salvadoreños no contamos con un sistema de educación formal en el arte que sea accesible para toda la población. Para aquellas familias que sobreviven con el ingreso de uno o dos salarios mínimos, la educación artística es un sueño que muchas veces no se logra realizar. Los que no tienen los recursos económicos para costear una educación artística particular y privada aprenden las artes de forma autodidacta, o por medio de programas ejecutados por organizaciones sin fines de lucro u otras instituciones. Todo lo anterior está fuera del sistema educativo formal y por ende, no da como resultado un título o certificado que valide la formación recibida ante las autoridades educativas.

Esta realidad significa para los futuros autores una clara desventaja, porque no pueden focalizar su formación exclusivamente en las artes, sino que esta actividad se realiza como algo paralelo o secundario a la educación que se considera formal. A esto debemos sumar la estigmatización del aprendizaje artístico, es decir, la sociedad aún lo continúa viendo como un pasatiempo o como algo complementario y no como algo que pueda servirle a un individuo para sumarse al campo productivo en el futuro. A muchos nos dijeron “-de eso no vas a comer”.

Hablemos ahora del acceso a los medios de producción: Para producir una obra artística se necesita tiempo, medios y dinero. No existe una producción artística que se pueda llamar “sencilla” y que no implique una inversión significativa de tiempo, materiales, herramientas y tecnología costeados muchas veces por el mismo autor. Para aquellos cuyo único capital es su talento, la producción de una obra artística muchas veces se realiza a paso lento, y las ideas tardan meses o años en materializarse, debido a la falta de recursos para la producción.

Para que un movimiento de arte nacional pueda hacerse notorio, varios autores de un estilo artístico similar necesitan estar produciendo y llevando ante las audiencias nacionales sus obras de forma repetida y continuada. Pero para ello, los autores deben tener acceso a los medios de producción, y no a todos se les hace fácil obtener acceso a estos recursos. Por otro lado, muchos autores no pueden dedicarse exclusivamente a producir sus obras, sino que deben repartir el día en otras tareas para poder generar su ingreso y atender sus compromisos económicos cotidianos.

Como tercer punto hablemos del acceso a las plataformas de divulgación: si hasta aquí los autores han logrado sortear los retos para educarse y para producir sus obras, luego viene otra inversión de tiempo y capital muy significativa cuando quieren dar a conocer su trabajo, ya que necesitan tener presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde además se requiere la colaboración de otros artistas creativos como fotógrafos, productores de video, diseñadores de arte digital, maquilladores, diseñadores y creadores de vestuario, entre otros, y se debe invertir en servicios como impresión digital, sonido, salas para realizar eventos, catering, transporte, etc. Todo esto no rinde frutos sin el acceso a los medios de comunicación masiva o sin una logística efectiva para usar las redes sociales.

La gran consecuencia de todo esto es la poca o nula visibilidad que puede tener un artista o movimiento artístico, ante las industrias culturales internacionales que acaparan tanto los medios de comunicación masiva como las redes sociales, o ante otros artistas e intérpretes locales con mayor acceso a las plataformas de divulgación.

Ante esta situación, muchos autores en potencia quedan en el anonimato, o se desalientan a la hora de enfrentarse a los retos que se presentan al pretender iniciar una labor de creación artística.

Si se creará una legislación clara y un mecanismo efectivo para poder facilitar estos procesos a los autores en potencia, la inversión realizada para producir obras artísticas sería menos arriesgada, más dinámica e innovadora, al mismo tiempo que se estarían generando las bases para soñar con la instalación del sector creativo artístico como una industria que aporte a la economía nacional.

Los autores artísticos no queremos nada regalado, ni dádivas, ni limosnas, ni tampoco podemos vivir solo del aplauso y la admiración del público. Lo que los autores salvadoreños necesitamos son procesos y herramientas para lograr una realidad donde se sea más asequible aspirar al trabajo artístico-creativo remunerado, con bases legales que garanticen a los artistas el acceso a la salud, la previsión social, y a las fuentes de financiamiento y crédito, así como la dinamización de un sector económico basado en la producción artística. Además, donde la docencia artística sea validada y reconocida como profesión por el ministerio de educación haciendo honor a los procesos que muchos artistas y colectivos han venido realizando por años.

En otras palabras, los autores necesitamos de leyes y procesos que favorezcan la educación artística, la producción artística, la empleabilidad y el emprendimiento en las artes. Y que estos mecanismos sean accesibles a cualquier ciudadano, sin importar su condición social o económica. De esta forma, los artistas podríamos aspirar a una vida digna, remunerada y asegurada que permita mantener viva la memoria de los artistas salvadoreños a través de sus obras y estilos, y a la vez, propiciar el desarrollo de las industrias culturales en nuestro país.