Los virus que matan a los salvadoreños: el egoísmo y la política

Desde el ciudadano que entiende el significado de un estado de excepción por emergencia, hasta el diputado opositor que prefiere ver muertos a sus electores antes que aceptar que su contendiente político tiene razón en las medidas preventivas. El COVID-19 ha sacado lo mejor y lo peor de todos.

Lastimosamente hemos visto más de lo peor en El Salvador, yo puedo entender la frustración de muchos al ver que se caen sus planes, al purgar una cuarentena en hacinamiento o no ver retornar al ser amado de un viaje, pero no puedo entender ¿por qué ponemos el derecho a la salud, la vida y el bienestar de los más vulnerables por encima de nuestros planes y nuestra propia salud?

Mientras hay unos que no les queda opción y si no salen no comen, porque van como dice el refrán popular “coyol quebrado, coyol comido”, están los otros que pueden tener la opción de quedarse en casa y aún así siguen saliendo, actuando de manera irresponsable y egoísta. Esos que al momento de dar cuenta de sus actos se enervan y claman a la justicia y al cielo porque se respeten sus derechos.

¿Qué pasó con los derechos de los más vulnerables? Los que no tienen opciones ¿Por qué nadie clama por ellos y su protección?

Están los otros que pueden hacer cambios desde sus trincheras de trabajo y solo piensan en la forma de hacer política.

Y aunque el país o quizá la región esté aún lejos de ser un centro de la pandemia, nadie – ni expertos en salud – pueden dar garantía que el panorama no cambie de un día a otro.

Nadie, ni políticos, periodistas o incluso el que se quedó sin su actividad favorita – aplanar los pasillos de centros comerciales -y que se burlan diciendo que las medidas preventivas son exageradas- saben si ellos o sus familias pasaran a engrosar las cifras de muertos por coronavirus.

El egoísmo crónico de pensar solo en mi bienestar y no en el de los demás es quizá lo más peligroso de este virus, porque si usted puede pagar un vuelo a otro país, comprar un café todos los días en un restaurante e irse en plena cuarentena a la playa, déjeme decirle que no está en la misma situación de los vulnerables.

Cuando veo a toda esa gente haciendo largas filas por obtener el dinero ofrecido por el gobierno, sé que hay necesidad, sé que no lo hacen por exponerse y sé que cuando el hambre aprieta – no razonan – y toman la decisión menos mala, que es exponerse a lo que sea.

Somos un país pobre y tal como lo ha expresado una legisladora por ahí, muchos comen con una bolsa de papitas y una bebida. Es cierto, es una verdad tan clara como que El Salvador está dividido por estratos sociales donde al que más tiene no le importa la situación del que menos tiene.

Tan cierto, como que el país jamás (durante muchas administraciones de izquierda y derecha) tuvo un plan de salud para enfrentar una crisis sanitaria de este calibre y que en este momento sobrevive en condiciones precarias y sin recursos.

Por eso es por lo que los que tienen que hacer cuarentena, porque pueden estar contagiados, lo hacen en las mismas condiciones que a diario vive un policía, estar en el lugar de otro es amargo y duele.

Los policías han denunciado, situaciones peores, prestando servicio a la población y nunca fueron oídos, pero la pandemia ha hecho un milagro en las instituciones del Estado.

Es doblemente cierto que la sala de lo constitucional de la Corte Suprema de Justicia en plena Semana Santa, como cosa inédita, está trabajando arduamente y como nunca por hacer publicas denuncias y encontrar un culpable por la supuesta violación de derechos constitucionales durante la “emergencia nacional”.

Todo es cierto, el hambre del más pobre, las injusticias de la justicia, los empleados en casa en cuarentena sin recibir sueldos y la gente en cuarentena en condiciones precarias.

También es cierto que todos los funcionarios públicos, así como los empresarios saben de todas estas carencias y por qué se están viviendo, saben que no ha habido inversión en salud, porque era más importante un nuevo edificio para la Asamblea Legislativa, un viajecito de relaciones diplomáticas, unos asesores más por diputado y otros gastitos a costa de la salud y otros rubros.

Desde su pedestal [donde ellos han engordado como ganado], saben del hambre y la necesidad y aún en la crisis se burlan de la gente montando circos políticos, criticando y obstaculizando planes de ayuda, en vez de sumar, siguen restando.

Sigue las medidas de prevención para evitar más contagios de COVID-19, y recuerda que debes salir de casa únicamente si vas a comprar alimentos, medicinas o en caso de alguna enfermedad #QuédateEnCasa

Posted by El Metropolitano Digital on Friday, April 3, 2020

Y es que una pandemia no se puede ver desde una óptica roja, naranja, celeste o tricolor. Se tiene que ver desde el punto de vista de los derechos humanos, donde los derechos de los más vulnerables primen. De no ser así los resultados serán fatales.

El mismo director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanom ha advertido a los países que se abstengan de politizar la crisis del coronavirus «si no desean tener más bolsas para cadáveres» pero si el objetivo es tener más muertos entonces la política es el camino correcto.

El enfoque de todos, incluyendo partidos políticos, debe ser salvar a su gente, no politizar y explotar las diferencias ideológicas, así como las carencias, que son responsabilidad de toda una estructura y que por cierto en este preciso momento no se resolverá. No se ha hecho en más de 30 años de gobiernos corruptos, menos en medio de una pandemia.

¿Hay algún momento dónde se haya hecho más evidente el egoísmo? ¿hay alguna forma más atroz de condenar a los más vulnerables a morir?

El enfoque del trabajo para ayudar a todo El Salvador debe ser apolítico y sin sesgos.

La única salida en este momento, para todos incluyendo a las potencias mundiales, es una y es la más obvia, hasta para los que no somos expertos en salud, es el trabajo coordinado en equipo. Todos debemos seguir la misma dirección, la que nos lleva al bien común.

Expertos de todo el mundo afirman que no es una vacuna, un milagro, un enjuague con vinagre o la política lo que combatirá este virus. Es el comportamiento de todos lo único que nos salvará o nos condenará.

Un comportamiento que evite la propagación, impidiendo que pase de una persona a otra, pero para ello “todos” tendremos que hacer grandes sacrificios, incluyendo dejar de lado el color político.