Es una tradición que se originó hace 175 años en la cabecera departamental de Ahuachapán.
Por: Estefany Calderón
Cada 7 de septiembre, la zona occidental se viste de luz, fe y creatividad con la tradicional fiesta de los farolitos. Esta costumbre tiene sus orígenes en alrededor del año 1850, en el departamento de Ahuachapán donde comenzó una festividad religiosa en devoción por el nacimiento de la Virgen María. A medida que la tradición se fue difundiendo, se incorporó a otros distritos de la Ruta de las Flores. Fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial en 2014, y hoy reúne a comunidades enteras en un recorrido luminoso que mezcla devoción religiosa, arte popular y turismo nocturno.

Antes de encenderse, los farolitos muestran el ingenio de sus creadores en cada detalle y color.

Los farolitos iluminan las calles con creatividad y color, una tradición que año con año reúne a familias y visitantes en la Ruta de las Flores.

La noche cobra vida con cientos de luces encendidas, creando un ambiente festivo que mezcla tradición, cultura y turismo.

Encender un farolito no solo es parte de la fiesta, sino también un gesto simbólico que une a la comunidad en torno a la tradición.

La luz de cada farolito simboliza la unión de tradición y fe, iluminando la noche con un brillo que trasciende generaciones.

Cada diseño refleja la dedicación de quienes, con papel, madera y luz, mantienen viva esta costumbre que simboliza esperanza y alegría.
La tradición de los farolitos no solo ilumina las calles, también mantiene viva la identidad cultural de la zona occidental. Cada año, esta celebración recuerda a las nuevas generaciones la importancia de preservar las costumbres que unen a las comunidades y a los turistas.
 
            














